La transmisión telefónica en grandes distancias tenía problemas de atenuación. Los largos tendidos de cables presentaban características capacitivas, lo que limitaba la distancia máxima a la que se podían transmitir conversaciones telefónicas, por lo que en 1900, el profesor Michael I. Pupin patenta la denominada Bobina de Pupin o bobina de carga.
Es un inductor que colocado a intervalos regulares a lo largo de un circuito telefónico formado por hilos de cobre hace que disminuya la atenuación y la distorsión de retardo del circuito en la gama de las frecuencias vocales, con el consiguiente aumento del alcance de la comunicación 3 o 4 veces mayor que el anterior. Se colocaban aproximadamente cada 1 km de cable, y debían estar muy bien calculadas para que mejoraran la atenuación total.
Este sistema está basado en los estudios realizados por Oliver Heavside, que determinaban la condición que debía cumplirse para una transmisión ideal. Dicha condición adquirió el nombre de Condición de Heavside, y dice que "la resistencia kilométrica por la capacidad kilométrica del circuito es igual a la inductancia kilométrica por la conductancia kilométrica del circuito: RC=LG". Cuando se cumple la condición de Heaviside la atenuación es mínima e independiente de la frecuencia, no hay distorsión lineal y el tiempo de propagación es constante.
Al utilizarse cables de pares trenzados separados por una cinta de papel, en los que R es muy alta al ser los conductores de menor diámetro, C también es alta por estar muy próximos entre si, mientras que L y G son muy pequeñas. Por tanto L era el único parámetro sobre el que se podía actuar para cumplir la condición de Heaviside, por lo que en la actualidad estas bobinas resultan poco útiles en la transmisión de datos, siendo uno de los principales problemas en la limitación del ancho de banda, y por tanto están siendo retiradas de las plantas externas.