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Martes, 12 de Julio de 2011 10:33

Un pequeño bostezo para el hombre, una gran afrenta para la robótica

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Corría el año 2124 D.C. La humanidad había acabado por refugiarse en sus hogares, perdiendo totalmente el contacto físico con el resto de sus congéneres. Podría decirse que nosotros éramos la red. Todo el mundo estaba conectado a diversas máquinas para poder sobrevivir sin necesidad de desplazarse de un lugar a otro. El ser humano se relacionaba por la red, se enamoraba por la red, discutía, elegía, se reía y lloraba por la red. El ser humano no necesitaba saber, ya que todo el conocimiento humano era parte de él.

Los robots eran los encargados de realizar todo tipo de tareas físicas, así como los encargados del mantenimiento de la red, del manteniendo de las células de habitabilidad (apenas 3 metros cuadrado repletos de maquinas donde se alojaba un organismo con vaga apariencia humana), incluso de la procreación.

La esperanza de vida había aumentado considerablemente, aun así la gente seguía muriendo, nuevos cuerpos habitaban las antiguas células de habitabilidad, todo continuaba en la rueda del tiempo.

Sin embargo la humanidad nunca está conforme, voces de cambio surgieron de numerosos lugares del enorme ciberespacio. La gente quería volver a ver el sol, volver a besar, en definitiva la gente quería volver a depender de si misma.

Surgieron entonces generaciones que nacieron de manera tradicional, generaciones que iban a vivir de la manera tradicional pero sin la presencia real de alguien que hubiese recorrido el camino de una vida no ficticia, estas generaciones tenían la ayuda de los robots y del conocimiento almacenado en el ciberespacio para salir adelante.

Las nuevas generaciones se enfrentaban a un gran problema, no sabían como interpretar correctamente los sentimientos presentes en sus congéneres, no sabían como identificar si alguien reía o lloraba, básicamente nadie les había enseñado a interpretar los rasgos faciales, las expresiones corporales.

La solución sin embargo estaba al alcance de la mano, simplemente bastaba con desarrollar un programa que identificase expresiones faciales. Una sonrisa, claramente debía de se felicidad. Cejas levantadas, asombro. Ojos en blanco, mente ocupada. Si el pulso se aceleraba, se comenzaba a temblar, la mente se turbaba, esto sin duda debía de ser una enfermedad (o simplemente el amor).

La primera generación dedico su larga vida a la interpretación de sentimientos mediante el lenguaje corporal. Pero como todo en la vida, una solución puede acarrear nuevas cuestiones. Los robots no tenían cara, eran solo brazos robóticos y cables y terminales de datos.

Entonces aparecieron los robots con aspecto humano, y ya que estábamos en una época donde lo más asombrosa era ver una risa, o un llanto, ¿Por qué no implantar este programa en los robots humanoides para que ellos supiesen actuar según nuestros rasgos faciales y nuestra nueva y desarrollada expresión corporal?

Pero este desarrollo de creatividad expresiva sin parangón fue acorde a la necesidad de establecer una serie de normas con sentido, había gente que disfrutaba viendo como lagrimas salinas caían lentamente por las mejillas. Había gente que disfrutaba incluso de maneras tan rudimentarias que me cuesta expresarlas con palabras.

Se creo un cuerpo de seguridad creado por máquinas, por robots, acorde a una serie de leyes hábilmente localizadas entre la maraña de datos que constituían el ciberespacio (aun formado por bastante gente para poder mantener el continuo flujo de información).

En los albores de esta nueva época de prosperidad, la humanidad estaba continuamente atareada, la nueva mentalidad aun seguía subyugada a antiguas normas sobre los hábitos de comportamiento, la vida estaba estratificada en 8 horas trabajando, 8 horas de sueño. El ser humano podía seguir nutriéndose mientras dormía. Es obvio que el trabajo realizado por seres humanos que no necesitan descanso provocada un avance constante a un ritmo conocido antiguamente como “trabajar a la alemana”.

El ser humano tenía rasgos mecánicos en su comportamiento que aun no lo hacían libre del todo, su vida aun seguía ligada a una imperiosa necesidad del uso de la técnica. La estructura horaria incorporó 8 horas de ocio, considerando que había gente que disfrutaba comiendo, pues se decidió que en estas 8 horas la gente debía de comer.

Incluso había gente que no quería procrear artificialmente, había gente que prefería el vil intercambio de materia orgánica, menos mal que el problema de las enfermedades ya estaba correctamente soliviantado.

Llegado a este punto de mi narración de la decadencia, de la vuelta a los origines, las personas que encuentren este fragmento de mi memoria por la red, se preguntara porque decidí ponerle un titulo tan anómalo a mi documento.

Ni yo mismo lo sé la verdad, creo que podría tener que ver con un rumor que circula por la red, puede que también tenga que ver con mi pasión por la historia, concretamente mi pasión por las historias de los fracasos de la humanidad. Principalmente cuando el ser humano intentaba colonizar otros astros.

Realmente los usuarios de la red que accedan a mi crónica la encontraran algo desmadejada, pero como el tiempo no importa, pues al menos esto les puede suponer un breve reto (breve comparado con la longevidad actual existente).

De nuevo me remito al título pero esta vez para explicarlo. Como viene siendo habitual cuando el ocio empieza a aparecer en la vida del ser humano (ahora mismo toda nuestra existente se basa en el ocio, no tenemos otra cosa que hacer), pero en aquel retorno a los origines, en aquel fútil “back to basics”, el tiempo se ocio empezó a devorar de nuevo el tiempo de descanso, ya que el tiempo de trabajo era en un principio sagrado (en otro pensamiento, intentaré divagar sobre esta palabra que tanto usamos, pero que antaño tenía un significado metafóricamente superior).

La gente empezó a tener sueño, y cierto día un pobre ser humano, aclamado por algunos, denostado por otros, conocido por todos, bostezo delante de un robot de seguridad arcaico.

Podríamos mencionar que este robot arcaico interpreto el bostezo como un acto de demostración de furia incontrolada, esa boca abierta, enseñando sus molares, incisivos  y hasta sus premolares, era realmente amenazadora desde el punto de vista cibernético. Era un acto de declaración de guerra -“tora tora tora”- como dirían los genios encargados de llevar la tecnología robótica a puntos insospechados.

Los robots que estaban en continua comunicación directa en tiempo real pensaron que tal vez la idea de que el ser humano estuviese campando a sus anchas por el planeta había dejado de ser divertida. Lo sucedido a continuación es tan obvio y tan sabido (incluso predicho según algunos pensadores por los hermanos mesiánicos Wachowski) que me da pereza gastar algo de mi eterno tiempo en explicarlo.

Pero lo que si es cierto es que realmente esta situación es beneficiaria para todos, ellos trabajan, nosotros gastamos nuestro tan manido tiempo en actividades que realmente merecen la pena. Ya lo decían en la antigüedad “carpe diem”.

Ultima modificacion el Domingo, 29 de Julio de 2012 18:34

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