8:58. Hoy es lunes. El lunes es el primer día de mi semana. Muchos no empiezan hasta el miércoles o el jueves. Yo empiezo el lunes como siempre. No conozco otra forma de afrontar el trabajo: por orden. Primero el uno, después el dos.
16:43. Tengo que recibir este archivo sin pérdidas. Estimé que era un error. No lo era. No podía ser. Lo mandó conscientemente. Se dirigió el mensaje a la dirección correcta. Ahí estaba. Todo. Byte a byte, línea de código tras línea. Lo sabía. Algo tenía que quedar. No se puede borrar nada por completo. Requiere tiempo. Un tiempo que no había pasado. Un tiempo que estaba ahí. Volvía.
17:04. Mensaje recibido: “carga de archivos interrumpida”. El éxito es algo matemático. Dos más dos sólo son cuatro en un lenguaje que acepte la perfección. Mi lenguaje la acepta. No lo entiendo. Fallo…