Un telégrafo óptico es un utensilio diseñado para ser visto a gran distancia configurando diversas señales por medio de un mecanismo operado por una o varias personas. Colocando varias torres en cadena podía hacerse que cada torre repitiese el mensaje de la anterior, propagándose así y recorriendo grandes distancias en un tiempo muy inferior al que requería un mensajero a caballo. Han existido diferentes modelos de telégrafo a lo largo de la historia y en los diferentes países y el principio de funcionamiento básico de todos ellos es prácticamente idéntico. Al inventor francés Claude Chappe se lo considera el primer magnate de las comunicaciones. Esto no sería particularmente interesante si no fuese porque Chappe nació en Francia en el año 1763, en una época donde la electricidad era todavía algo parecido a la magia. Sin embargo, el inventor creó un sistema de telegrafía óptica que en 1792 permitía enviar mensajes por toda Francia a una velocidad de más de 1000 kilómetros por hora. Y sin emplear electricidad.
Él y sus cuatro hermanos desarrollaron el sistema de estaciones telegráficas. Se trataba de una idea abordada varias veces, pero nadie había logrado hacer que funcionase en la práctica.
Chappe construyó una serie de torres, separadas entre sí de 12 a 25 kilómetros. En cada torre había una persona encargada de recibir y retransmitir los mensajes, utilizando un par de telescopios. Éstos apuntaban uno hacia la torre inmediatamente anterior, y otro hacia la torre siguiente. El secreto del éxito del sistema ideado por el francés estaba en lo que observaban estos operadores.
Chappe descubrió que a grandes distancias era más fácil distinguir ángulos en una vara que la presencia o ausencia de banderas y señales. En cada torre se incluyó un mástil que tenía en su extremo superior pequeñas piezas de menor longitud llamados indicadores. Estos brazos, de 3 x 0,3 metros y de color negro, disponían de los contrapesos apropiados para poder ser operados sin esfuerzo mediante dos manijas.
Se creó un “diccionario” de posiciones validas para los brazos que constaba de 196 posiciones posibles. Cada una de las combinaciones de ángulos y brazos se asignaban a una letra, palabra o incluso una frase completa, lo que hacía posible transmitir mensajes relativamente largos en tiempos muy cortos.
Un operador entrenado podía “leer” unos 3 o 4 símbolos por minuto, y transmitirlos a la torre siguiente. Un mensaje podía recorrer unos 1380 kilómetros en una hora: una velocidad que, hace dos siglos, era algo totalmente revolucionario.
En 1792, se enviaron con éxito los primeros mensajes entre las ciudades de París y Lille, que estaban a 230 kilómetros entre ellas, empleando 15 torres construidas por el propio Chappe.
Despues de algunos acontecimientos favorables, detonó el del sistema de Chappe. Se construyeron otras líneas, incorporando más ciudades francesas y también de países vecinos. De hecho, el sistema fue empleado por Napoleón para coordinar el imperio y el ejército. Se calcula que en 1793 ya existían más de 5000 kilómetros cubiertos por estas estaciones, las primeras en recibir el nombre de “Telégrafo”.