Les mando un ejercicio de las ecuaciones de Maxwell a mis alumnos. Me rasco la barba y pienso: “no saben ni quién soy”. Miro mi reloj de bolsillo, y mientras terminan, me dejo llevar por los recuerdos…
“James Clerk Maxwell. Desde que comencé la carrera de telecomunicaciones no dejaron de hablarme sobre él. Los profesores de física nos dieron el sermón, día tras día con sus ecuaciones, que construyeron la base fundamental para la transmisión de ondas electromagnéticas, y por ende, el pilar mayor de las telecomunicaciones de hoy en día. Y acabé odiándolo. No conseguía entender bien que significaba un rotacional o la divergencia. La relación de los campos eléctricos con los magnéticos me parecía la misma que la de una salchicha con un champiñón.
Y estaba jodido por ello.
Todo comenzó en 2012 cuando sin terminar la carrera, con 22 años, me ofrecieron un puesto para un grupo de investigación. Usaban métodos poco ortodoxos, y uno de ellos fue usarme como conejillo de indias para hacerme viajar al pasado. Mi misión era asistir a una conferencia de Maxwell en la universidad de Aberdeen, en la Escocia de 1854. ¿Por qué yo? Necesitaban a alguien que supiese sobre telecomunicaciones, pero no lo suficiente como para interferir con el pasado. Se equivocaron desde el principio…
Iba directo a la universidad, mientras me dejaba embriagar por el ruido de los transeúntes, tiendas en pleno bullicio matinal y puestos callejeros del siglo XIX. Entonces oí perfectamente como pronunciaban mi nombre. Me giré pensando que sería otra persona, pero vi como un joven se acercaba hacia mí a la carrera.
Corrí, pero me perseguía. Intenté evadirle en un callejón, aunque seguí oyendo sus pisadas detrás de mí. Me dijeron que no podía interferir en el pasado, pero ya lo había hecho atrayendo a aquel joven. Escuché disparos, y pensando que me disparaban me lancé contra el suelo, pero al oír un grito supe que no era a mí.
Retrocedí y observé cómo una persona saqueaba a otra en el suelo. Al verme, salió corriendo. En el suelo yacía un joven lleno de sangre, agonizando.
-Jaime, soy yo, James-me dijo.
-¿De qué me conoces?-le grité apartándome. No debía interferir, ¿cómo podía saber quién era yo?
-Hace tiempo… tú me enseñaste… cuéntame sobre el futuro... –dijo, y exhaló su último suspiro.
Entonces me percaté de su apariencia.
De su cara.
Yo no pertenecía a este tiempo, y al haber aparecido en este momento, había cambiado el transcurso de los hechos. Por mi culpa acababan de matar a Maxwell.
Acababan de matar las telecomunicaciones del futuro.
Tenía que arreglarlo fuese como fuese, y no sabía cómo. Si Maxwell no seguía vivo, el futuro no sería igual.
Dieciséis años después me encontraba suplantando su identidad. Me dejé barba para que así resultase más difícil reconocerme, ya que no le quedaba familia y los únicos que sabían de él apenas le recordaban. También conocí a una chica, Katherine, con la que me casé en 1858. No quería estar solo, y ya que había interferido, ¡qué cojones! ¡Interferiría en todo!
Intentaba recordar aquellas malditas fórmulas que tanto había odiado. Seguro que mis profesores de física se hubiesen reído de mi si me hubiesen visto. Oía su voz en mi cabeza: “estas fórmulas son muy importantes, haced especial hincapié en ellas”. Y yo sin acordarme.
Tuve que empezar a estudiar de nuevo, pero sin las facilidades que tuve cuando conseguía mi título. Tenía que desdeñar densos libros, con ideas absurdas y apenas legibles. Tratados griegos, romanos. Chácharas y verborreas que parecían pertenecer a un embaucador sacacuartos, que más que querer enseñar intenta inducir sus ideas a aquel que lo lee.
Poco me servía, así que tuve que empezar a demostrarlo todo desde el comienzo. Los principios los tenía, al igual que las ideas. Pero no las palabras ni las fórmulas necesarias para hacerme creer entre los científicos de la época. Podría haber vuelto a mi época, tan solo tenía que hacer una combinación en el reloj de bolsillo que siempre llevaba encima. Pero me daba miedo imaginarme lo que me depararía.
Me hice profesor para poder acceder a toda la información posible, y gracias a ello conseguí conocer a Michael Faraday, del que me hice gran amigo. Hasta aquel entonces, sólo le había conocido por los condensadores, pero a pesar de sacarme 40 años conseguí gran cantidad de información a través de él.
Katherine fue una gran ayuda para mí. Le conté la verdad desde un principio, y me creyó loco, aunque una parte suya me creía, y acabó ayudándome a conseguir mi propósit
A pesar de que tenía que desarrollar la teoría electromagnética, como astrónomo aficionado no pude evitar corregir a todos los pseudo-científicos de la época, demostrándoles cómo los anillos de Saturno estaban compuestos de asteroides, lo errónea que era la teoría nebular del Sistema Solar, y hasta conseguí fabricar una cámara a color.
Tras años de trabajo y artículos, en 1873 conseguí unificar toda la teoría electromagnética en la obra “A Treatise on Electricity and Magnetism”. Me había llevado 19 años conseguirlo, pero era feliz con mi nueva vida, aunque ya había cumplido. Quería volver a mi época, y tras hablarlo con Katherine, el 5 de noviembre de 1879, con 48 años, fingí mi muerte mientras vivíamos en Cambridge. Le había prometido a Katherine que vería el futuro conmigo, pero antes debía hacer algo…
1840. James Clerk tenía sólo 9 años, pero me escuchaba y aprendía como un adulto. Absorbía todo lo que le contaba sobre el futuro, día tras día, llenando su mente con ideas y pensamientos que nadie de su época comprendería. Estuve 6 años enseñándole, y cuando ya no pudo aprender más de mí, me marché. Katherine me esperaba.”
-Jaime, sal a corregirlo a la pizarra -le digo a un alumno.
-No sé hacerlo-me responde.
-Estas fórmulas son muy importantes –le increpo-. Haced especial hincapié en ellas.
Es el año 2011, y me estoy dando clases a mí mismo.
"Nuestro crimen es ser humanos y querer conocer", estas palabras del poeta Alphonse de Lamartine resonaban en mi cabeza mientras veía a nuestro planeta hacerse más pequeño. Es curioso como miles de millones de años pueden ser observados de un vistazo cuando estas en el espacio, y como siempre dijeron los astronautas, -y no se equivocaban por supuesto- la Tierra se ve frágil desde aquí.
Soy producto de años de evolución, de innovación... de cambios al fin y al cabo. La generación de mis bisabuelos sobrevivió a crisis económicas, al terrible efecto 2000; mis abuelos pasaron por la fecha del apocalipsis, tsunamis, huracanes, guerras, el fin del mundo, la escasez de recursos... El hombre siempre desarrolló nuevas técnicas, mejores herramientas, ¿Para qué? Para luchar contra la Tierra, la Naturaleza, nuestro peor enemigo -o eso creíamos.
La escasez de combustibles fósiles provoco un conflicto a nivel mundial, en el que los países mas poderosos intentaban hacerse con las últimas reservas; por suerte, y paralelamente a estos hechos, los científicos buscaban alternativas, como el hidrógeno, el gas mas ligero y el elemento más abundante, aunque llevo años el poder presurizar y conseguir hidrógeno gaseoso (que el aire de este planeta fuera mas pesado que el hidrógeno no facilito esta labor). El silicio, segundo elemento más común en la corteza terrestre, sustituyó al carbono en la mayoría de los avances bioquímicos, siendo también explotado sin ningún control por la industria y por el ser humano. Las maquinas se iban sofisticando cada vez más. Una muestra de ello es la computación cuántica, que sustituyeron, por razones mas que obvias, a la computación clásica. Ordenadores capaces de hacer la factorización de números primos o de resolver el problema del mercante en unos minutos -incluso segundos-, frente a las décadas que podía tardar un ordenador con computación clásica. Tener soluciones cada vez mas fáciles nos hacia plantearnos cada vez problemas mas y mas complejos, ser curiosos nos hace humanos. Las nanomáquinas fueron cada vez mas y mas comunes, estaban en todos lados, literalmente, cuando algo tiene dimensiones nanométricas es muy fácil que pueda estar en cualquier lado, incluso dentro de nosotros. Sobra decir que la biotecnología nos hizo casi inmortales, combatir el cáncer con una dosis de nanobots programados, rejuvenecer nuestro cuerpo con células madre, ya famosas cuando mi abuelo vivía; ser todo lo que soñaban mis padres cuando leían cómics de super héroes estaba al alcance de cualquier persona, que nuestro cuerpo pudiera ser una maquina ayudaba a alcanzar lo que para generaciones pasadas era mera ciencia ficción.
Es sabido por todos, que cuando algo innovador es introducido en nuestra sociedad no llega a todos los lugares por igual, así las desigualdades entre sociedades aumentaron notablemente, tanto es así que los pueblos que no pudieron acceder a estos avances desaparecieron; como si fueran algo del pasado, algo obsoleto que nuestra generación no quería.
Y ahí es cuando, yo y otra gran cantidad de gente, nos dimos cuenta de que habíamos luchado por vencer la naturaleza, cuando nuestro mayor enemigo siempre hemos sido nosotros mismos. Los gobiernos podían controlar a todos los ciudadanos de una manera mas fácil, las cámaras nanométricas vinieron con las nanomáquinas. Las guerras tecnológicas no tardaron en venir, cuando se trata de ir por encima de otros cualquier medio es poco, supersoldados, ejércitos de nanobots. La vida de una persona dependía de la tecnología y por lo tanto de aquel que la controlase. La tecnología nos había consumido. Y cuanto mas cerca estábamos de "hacer las paces" con la Tierra, mayor era la rivalidad entre nosotros mismos. Y nos destruimos.
La Tierra es frágil, no por ser pequeña en comparación con el Universo; sino porque mantenerla en equilibrio era tan difícil como hacer que la superficie del agua este completamente en calma. Y ahora es tarde.
Y una nueva explosión se podía ver en la superficie del planeta mientras una lagrima recorría mi mejilla. "Nuestro crimen es ser humanos y querer conocer", y ahora hemos pagado por ello ¿Dónde vamos? No lo se, a nadie le preocupa demasiado su destino cuando lo mas importante es huir del presente. Dicen que la curiosidad mató al gato, y tal vez nos mate esta vez, pero si no lo intentamos no descubriremos si merecerá la pena. Mi naturaleza es ser humano, curioso; y antes de que vuelva a ser tarde no volveré a luchar contra la naturaleza.
El sol sabe hacer cualquier cosa, como la luna y el mar. Puede besar tus cabellos, puede darle temple a tu mirada. Puede embelesarte y jugar con tus sentidos. Puede darte la vida.
Ya no hay sol ni luna ni mar. Ya no hay viento ni marea. Solo quedo yo. Solo quedas tú.
Pero no por mucho tiempo, ya no merece la pena vivir. Arena, todo es arena. Mi cerebro almacena miles de datos e imágenes. Pero necesito más. Necesito un nuevo amanecer, necesito recordar cosas a las que no daba importancia porque siempre estarían presentes, pero no fue así. Un día el sol se extinguió, su luz dejo de llegar a nosotros, pero con un último aliento arraso la superficie de nuestro planeta. Y luego oscuridad. Solo te salvaste tú. Solo me salve yo.
Te encontré en un bunker, rodeada de cables, eras un mero experimento. Como yo. Dos seres diferentes en un nuevo mundo. Preparados para alejarnos de este mundo. Preparados para perpetuar la humanidad.
Tú y yo. Mentes brillantes decidieron que era la única manera de salvar la humanidad, los dos, nuestra unión, por eso nos llamaron como nos llamaron.
Tú, Espécimen de vitalidad almacenadora (EVA), yo, Artilugio dispensador de algoritmos para neonatos (ADAN). Los dos éramos el futuro. Pero algo paso, algo fallo, no éramos compatibles, nuestra unión no daba XY, ni XX, daba YY. Un error, un grave error, mío o tuyo, de los dos, ¿qué más da? Una ecuación sin solución.
No merece la pena seguir sufriendo, no merece la pena seguir con esta oscuridad. No hay futuro, no hay humanidad. Tú, sin la capacidad de hablar, un mero recipiente. Me siento solo, he recorrido mi memoria en interminables ocasiones. A veces pasaba años concentrado en una flor, recorriendo cada pétalo, cada estambre. Te inseminaba, esperaba y nada pasaba.
Recuerdos, solo tengo recuerdos, no hay nada nuevo para almacenar, y tú sigues con los ojos cerrados. Me siento solo. No te necesito. No me aportas nada.
Estas delante de mí, llena de cables. Quiero hacerte un favor. No quiero verte más tiempo encadenada. No sé si eres capaz de razonar. No lo sé. Necesito saberlo. Necesito un motivo para no desconectarte. Cierro los ojos, me imagino una flor, me imagino la brisa del mar, recuerdo una canción, me paro en cada compás durante meses. Vuelvo a abrir los ojos.
Todo sigue igual, nada ha cambiado. Sigues postrada delante de mí, lo vuelvo a intentar. Una última vez, la última, después de esto será el fin. Me acerco a ti, poco a poco realizo mi función, no disfruto con ello. De nuevo cierro los ojos. Recorro mi memoria como he hecho en tantas ocasiones.
Vuelvo a abrir los ojos, no ha pasado nada. Se acerca el fin.
Ya no habrá nada más. Se acabará la humanidad. Acerco la mano al interruptor, estoy temblando. He tomado una decisión. Voy a desconectarla. Mi mano esta sobre el cable.
Hago un último esfuerzo, la desconecto. Todo se acabo. Recorreré mi memoria eternamente.
15 de diciembre de 1996. Micael Gorgais estaba calibrando su proyecto más ambicioso. Lo pondría en marcha por quinta vez. Las otras veces fueron un desastre, pero había ganado en experiencia. No sabía cuánto iba a ocupar el archivo, pero había gastado casi su sueldo entero en cientos de CDs y DVDs . Sólo faltaba pulsar ENTER. Decidido, cogió los cables y se sentó. Se los conectó en la parte derecha de su cabeza, donde colgaban otros cables que le llegaban al cerebro. La operación fue arriesgada, pero al menos así no tenía que abrirse la cabeza en cada prueba. Respiró hondo, se quitó las gafas y las dejó en la mesa.
Pulsó ENTER.
Cerró los ojos.
Horas, o segundos después, un pitido le devolvió a la realidad. La pantalla decía: “Desea guardar el archivo? Tamaño: Mayor de 1GB”. Comenzó a reírse de forma descontrolada. El ordenador no tenía suficiente capacidad, pero daba igual. Sus recuerdos podían ser guardados en formato digital... allí estaba la prueba.
Los años siguientes fueron una locura. En el 2000, la gente adinerada almacenaba sus memorias en discos duros personales, que solían guardar en cámaras acorazadas. A medida que las memorias se abarataban, los servicios de Memories in Your Pocket S.A. fueron accesibles para todos. Micael había alcanzado la fama, y se convirtió en la persona más rica de la historia de la humanidad.
Pero las cosas se complicaron. Muchas de estas memorias fallaron estrepitosamente: algunos recuerdos se corrompían. Como podían volver a introducirse en la mente cuando se quisiera, los recuerdos corruptos invadían las neuronas y mucha gente sufría espasmos y en algunos casos, la muerte.
Los hackers que modificaban los recuerdos eran también un problema. Los crímenes habían disminuido porque, una vez insertadas las memorias en el cerebro, nadie escapaba de tener sus recuerdos almacenados. Si atracabas un banco, el juicio sería increíblemente corto. El juez comprobaba el recuerdo y declaraba al acusado culpable o inocente. Los servicios de los piratas eran, precisamente, modificar o incluso eliminar los recuerdos de los crímenes, lo cual también se convirtió en delito.
Todo se resolvió el 15 de diciembre de 2020. Una actualización de las memorias RX-70000 le estaba dando dolor de cabeza a Micael. Se quitó las gafas y las dejó en la mesa. Inmediatamente entró su hija, Tara.
-Hola pequeña.- Tara tenía 13 años y era muy inteligente. En vez de muñecas, sus estanterías estaban llenas de libros.- ¿Qué haces levantada?
-No podía dormir. ¿Trabajando?
-Sí, Tara. Esto es urgente.
-¿Me quieres?
-Claro que te quiero, cariño. ¿qué pasa?
-¿Cuánto me quieres?
-¡Muchísimo!- Contestó haciéndole cosquillas.
-¡Jajaaa!... En serio papá. ¿Cómo sabes que me quieres?
-Pues... simplemente, lo sé.
-Yo también te quiero...Tengo que decirte algo. Es sobre tu trabajo... no quiero que te enfades, pero creo que todo esto de los recuerdos ... es una mierda.
-Siempre me ha gustado tu sinceridad.¿Porqué piensas eso?
-Por muchas cosas. Sé que los recuerdos son reproducibles en formato electrónico... las imágenes, las voces... son cosas que se pueden medir. Cosas que quedan registradas en nuestra mente. Y en las memorias que has creado.
-Eso es,¡eres muy lista!.
-Pero hay cosas que no puedes medir.- Tara estaba muy seria.- Sabes a lo que me refiero, ¿verdad?
Micael estaba confuso. Su hija le estaba hablando como si fuera una persona adulta. A veces lo hacía, pero esta vez era muy diferente.
-¿Qué sucede?
-He visto el código fuente. Las cosas como la belleza, el miedo, el amor... Las estás cuantificando. La belleza no se puede medir con números.
Micael no sabía de qué diablos le estaba hablando su hija.
-Sé que no te va gustar lo que te voy a decir... soy un recuerdo falso que has creado para acabar con todo ésto. Puede que parezca cruel, pero es la verdad. Hace unos meses pensaste en todo ello: con el tiempo, la gente terminará deshumanizada por completo, todo gracias a tus inventos. Como no te viste capaz de destruir el código fuente, me creaste a mí, un recuerdo falso. Todos los recuerdos que tienes de mí, mi nacimiento, la primera vez que monté en bicicleta... es todo falso.
Micael estaba blanco.- ¿Porqué diablos iba a hacer una cosa así?¡¿Porqué iba a hacerme algo tan cruel?!
-Estabas convencido de que, con un golpe tan brutal, no dudarías en bajar a las oficinas del sótano de este edificio y pulsar el botón. Ya sabes que botón.
No podía conocer el botón... salvo que estuviera diciendo la verdad.
-¿Y porqué puedo tocarte y verte? Eso no son recuerdos.
-¿Dónde está la línea que separa el presente del pasado? ¿Qué diferencia hay entre lo que estás viendo y el recuerdo de lo que viste hace un microsegundo? Tus memorias artificiales han llegado demasiado lejos, tanto que pueden modificar el “presente”. Todo lo que estás viendo y tocando está siendo modificado a velocidades increíbles.
Tenía razón. ¿Qué podía hacer? Su imperio desaparecería al pulsar ese botón. ¿Acaso la vida que tenía ahora merecía la pena? Por lo que le estaba diciendo ella, todo podía ser mentira.
-Esto no es por tu bien.- Dijo ella, leyéndole la mente.- Es por el bien de la humanidad.
Bajaron al sótano. Entraron en la cámara acorazada, donde había un superordenador en el centro de la sala. Un monitor mostraba lo que estaba pasando en sus entrañas. Se acercó al ordenador, y tecleó un comando. Sólo debía pulsar ENTER. Quiso hacerlo, pero se derrumbó. Estaba de rodillas frente a su hija, llorando.- ¡No puedo! Joder, esto es demasiado... te quiero mucho, hija... yo...
-Lo sé, papá. Simplemente, lo sé.
Pulsó ENTER.
Cerró los ojos.
Las luces se apagaron, y todas las memorias del mundo dejaron de funcionar.
Micael seguía de rodillas, llorando, tratando de no olvidar a su hija. Pero no podía. No podía... ¿Porqué no podía? Si la memoria artificial ya no funcionaba, no debería poder recordarla... Levantó la vista. Allí seguía ella.
-Has hecho lo correcto, papá.
Avanzaba por una escalera de caracol, sin barandilla. Avanzaba sin cesar, escalón tras escalón, sin llegar nunca al final. La falta de iluminación hacía que le dolieran los ojos. Sin embargo, allí estaban. No podía dejar de sentirse observado constantemente por aquellas máscaras blancas colgadas de la pared. Sabía perfectamente lo que eran, y las odiaba. Sobre todo una en concreto, cuando llegaba al final de la escalera. Su máscara.
Max se despertó, empapado en sudores. Se masajeó la mejilla, molesta debido a haber estado apoyada toda la noche sobre el escritorio. No era la primera vez que tenía este sueño desde que ocurrió. Miró alrededor de la sala, y vio un mensaje en su terminal.
Desabrochó su bata y la apartó a un lado. Cargó el programa final en una tarjeta y la introdujo en una de las ranuras de memoria de la máquina. Finalmente sacó su revólver y lo colocó en una mesilla enfrente del aparato. Entró. -Inicializar proceso – Pronunció Max. Respiró hondo. Y cerró los ojos.
Fue un instante, un solo instante, pero Max lo sintió todo. Sintió como su cuerpo se dividía, como le arrebataban su parte más profunda. Apenas podía pensar. Todo era muy confuso. Finalmente, quedó a oscuras, tendido en el suelo boca arriba. Y lo que vio después le aterrorizó. Una máscara blanca descendía hacía él. Y sin poder mover ni un músculo, la máscara se colocó sobre su cara, fundiéndose con su piel. De nuevo abrió los ojos. Estaba arrodillado en el suelo. Alzó la vista, y lo vio. Se contempló a sí mismo. Perfecto. Sereno. Se levantó con esfuerzo, y vio que eran exactamente idénticos. -Esto era en lo que trabajamos ella y yo, esto es lo que querías, por lo que moriste. Pero yo haré que se cumpla este ideal. Porque el mundo lo necesita. Porque lo necesitamos todos. Porque de nada sirve engañar y mentir constantemente.
-Yo seré quien lo haga, no tú-.Respondió su imagen. –Porque yo soy tú, recuerda, y por eso estoy aquí-. Max se fijó en que la imagen ya había cogido la pistola. Pero ya lo sabía, por eso la colocó allí. Se entristeció. Pero lo entendía. Sabía que no podría haber dos iguales en el mundo. Aunque ya no eran iguales, él es yo en realidad, y yo sólo soy una carcasa vacía. Con una máscara.
–Adelante, acaba con esto- Dijo Max. –Por fin hemos logrado el proyecto de complementación, todo lo que deseábamos. -No-. Dijo la Imagen. Y le apuntó con el revólver. –Esto es lo que en realidad deseas desde que ella murió. Lo sabes, porque yo lo sé, porque yo soy en realidad tú. Soy lo que realmente has sido siempre en tu interior. Sin máscaras, sin mentiras, sin engaños que presentar a cada individuo. Tu subconsciente, tu yo más interno, en un nuevo cuerpo libre de máscaras. Y por ello sé que morir es lo único que quieres. Pero mi querido yo, viviré por ti. Tengo el mismo deseo que tú, pero tú podrás ir a reunirte con ella.
Y yo me quedaré aquí, para cumplir con lo que nos hemos propuesto. Libraré al mundo entero de sus máscaras. Porque no es necesario volvernos una persona distinta en cada situación, con cada persona. Cada uno de nosotros somos uno mismo, y eso es lo que somos, y lo que debemos mostrar al exterior. Porque todos lo estamos, estamos cansados de nunca poder llegar a conocer a alguien como de verdad es. Hemos creado un mundo superficial, donde las relaciones más profundas apenas llegan a rasgar lo que eres en realidad. Pero esto termina aquí. Todos seremos libres.
Sin embargo, al escuchar aquella palabra, Max lo entendió. Se abalanzó contra su imagen, derribándose sobre él. Forcejearon, intentando cada uno de ellos coger el revólver, que había caído cerca. Max consiguió inmovilizarle.
-Ahora lo veo, ¡¿no lo entiendes?!-. Dijo Max. – Jamás podremos ser libres. Somos seres humanos. Nuestro verdadero yo es aberrante. Pensamos cosas horribles constantemente, porque somos así. Miramos por nuestro interés, vivimos por nosotros, y reaccionamos ante nuestros instintos. He cometido un gran error. Nunca llegaremos a ser libres, ya que nuestra máscara es nuestra jaula. La jaula de la bestia que habita en nuestro interior. Y tú eres yo. Y sin mí, tu excesiva libertad te convertiría precisamente en eso. En un verdadero ser humano.
Un gato que paseaba por un callejón, revolviendo en un cubo de basura, se asustó por un disparo y salió corriendo. Max abrió la puerta y salió al callejón. Cerró con llave, se abrigó, y siguió andando. Unos metros más adelante un hombre corría tras haber dado un navajazo a otro y cogido su cartera. Max observó la escena, se apartó a un lado y le dejó pasar.
Se oyó un disparo, y de nuevo el gato se asustó, trepó a una barandilla y salió corriendo.
Rec.
Hoy es un día especial. Cumplo treinta años. Realmente todavía falta un par de horas para cumplirlos. Nací a las 16:00, a la hora de la siesta. "Sin prisas que no es bueno". Mamá estará preparando la fiesta en el salón. El lote completo: guirnaldas, confeti, ¿una piñata? Habrá tarta. Mi favorita: piñones y nata. Habréis dibujado en el colegio tarjetas de felicitaciones con muchos “Te quiero papá” y corazones rojos y azules. Asistirán pocos amigos. No me gustan las multitudes.
(...)
En un rato alcanza la treintena. No es mucho aunque sí suficiente. Os he visto nacer, os he leído cuentos, os llevé al transbordador en el que papi iba a viajar al espacio. He sido un padre...
(...)
¡Ya tengo treinta! ¡Papá es un hombre mayor con barba y bastón! Si me vierais... Os contaré un secreto si no se lo decís a nadie: papá tiene poderes mágicos. No envejezco. Cuanto más lejos menos viejo...
(...)
A estas alturas ya estaréis viendo a vuestros propios hijos, recibiréis vuestras propias tarjetas.
(...)
Vuestros propios hijos tendrán sus propios hijos, recibirán sus propias tarjetas.
(...)
Vuestros propios hijos irán de la mano con sus propios hijos y los hijos de sus hijos.
(...)
Esparcirán vuestras cenizas.
(...)
El primer premio fue para Paulo Antonio Gatica Cote por su relato "11111011011" el segundo premio fué para el relato "Lo imposible" de Elena Padrón Castilla.
A continuación se muestran algunos de los mejores relatos participantes en el concurso:
8:58. Hoy es lunes. El lunes es el primer día de mi semana. Muchos no empiezan hasta el miércoles o el jueves. Yo empiezo el lunes como siempre. No conozco otra forma de afrontar el trabajo: por orden. Primero el uno, después el dos.
16:43. Tengo que recibir este archivo sin pérdidas. Estimé que era un error. No lo era. No podía ser. Lo mandó conscientemente. Se dirigió el mensaje a la dirección correcta. Ahí estaba. Todo. Byte a byte, línea de código tras línea. Lo sabía. Algo tenía que quedar. No se puede borrar nada por completo. Requiere tiempo. Un tiempo que no había pasado. Un tiempo que estaba ahí. Volvía.
17:04. Mensaje recibido: “carga de archivos interrumpida”. El éxito es algo matemático. Dos más dos sólo son cuatro en un lenguaje que acepte la perfección. Mi lenguaje la acepta. No lo entiendo. Fallo…
A continuación aparecen recogidos los mejores relatos en este concurso enfocado para estudiantes de secundaria.
Un pequeño bostezo para el hombre....
Un nuevo programa para estudiar
Rehistoria de los humanos Primer premio
Mento2 Segundo premio
Avanzando Segundo premio
A continuación mostraremos una recopilación de las mejores fotografías de los concursos RevelaTic celebrado en los años 2011 y 2012.
REVELATIC 2012
El ganador del primer premio de fotografía con el título, "Burbujas binarias" ha sido Javier González de la Cruz.
El segundo premio ha sido para la obra compuesta de 3 fotografías "Wireless", de Elena Padrón Castilla.
A continuación mostramos una pequeña selección de fotos participantes:
REVELATIC 2011
A continuación aparecen las 3 fotos ganadoras en el concurso RevelaTic realizado en el año 2011.
Primer puesto (Cristina Calatrava) :
Segundo puesto (Borja Gómez Llorens):
Tercer puesto (Javier Durán):